En este 8 de marzo, nuestros pensamientos se dirigen a todas las mujeres del mundo que luchan cada día para que se respeten sus derechos fundamentales, ganar autonomía económica y hacer oír su voz en un mundo que sigue fuertemente marcado por el patriarcado, fuente de tanto sufrimiento, exclusión y discriminación.
No es, por tanto, un día de celebración, sino de lucha, movilización y reivindicación. De hecho, mientras la comunidad humana se prepara para conmemorar el 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo fundamento es la igualdad y la no discriminación entre mujeres y hombres, debemos constatar que los derechos humanos de las mujeres retroceden en todas partes.
De hecho, a principios delsiglo XXI, muchas niñas siguen privadas de su derecho a la educación y son casadas antes incluso de alcanzar la mayoría de edad; las normas sociales y jurídicas discriminatorias y retrógradas siguen siendo inmensas; a igual trabajo, los salarios siguen siendo desiguales; las mujeres están sistemáticamente infrarrepresentadas en parlamentos, gobiernos y puestos de liderazgo; y un tercio de las mujeres y niñas siguen sufriendo violencia física o sexual a lo largo de su vida.
Esta amarga constatación es tanto más preocupante cuanto que las conquistas de ayer siguen siendo frágiles: asistimos a amenazas persistentes, incluso crecientes, contra las libertades fundamentales y a una tendencia a la regresión que pesa sobre los derechos adquiridos por las mujeres: la reciente revisión de los derechos sexuales y reproductivos por el Tribunal Supremo de Estados Unidos ilustra esta situación.
En Afganistán, a las mujeres y las niñas se les niegan sus derechos y libertades fundamentales, incluido el acceso a la educación y al empleo. Confinadas en sus hogares, excluidas sistemáticamente de la vida pública, estas mujeres viven con miedo y bajo la amenaza constante de la violencia, echando por tierra décadas de progreso.
En Irán, tras décadas de opresión, las mujeres lideran movimientos cívicos, alzan la voz para existir en la sociedad y luchan por la igualdad de derechos y la libertad. La muerte el 16 de septiembre de Mahsa Amini, una joven detenida por la policía iraní por infringir el estricto código de vestimenta, ha desencadenado con razón una oleada de indignación y protestas para desafiar la represión del régimen y exigir cambios. De hecho, una importante rama de la sociedad ha comprendido bien que las violaciones de los derechos de la mujer afectan y perjudican a toda la sociedad.
Frente a todos estos retos, tanto en los países económicamente más avanzados como en el resto del mundo, es imperativo reafirmar en todas partes la universalidad de los derechos de la mujer. Estos derechos nunca se adquieren, se conquistan, se lucha por ellos y deben ser defendidos cada día, en todas partes, por todos, incluidos los hombres y los niños.
En la RDC, la jornada del 8 de marzo tampoco será un día de celebración. Es mucho más que un día de luto y llamamos a las mujeres a vestirse de negro y proclamar alto y claro que ha llegado la hora de que nuestros gobernantes asuman sus responsabilidades. Como cualquier otro día del año, el Día de la Mujer será también un día de lucha, porque las mujeres siguen siendo consideradas ciudadanas de segunda clase en la RDC. Por ello, cuando hayan demostrado que son capaces, deben asociarse plena y eficazmente a todas las medidas encaminadas a establecer y consolidar la paz, de conformidad con la resolución 1325 del Consejo de Seguridad.
Mientras las iniciativas diplomáticas para llevar la estabilidad al este del Congo se encuentran en punto muerto y los ultimátums para silenciar las armas se suceden sin llegar a respetarse, ¡las mujeres que pagan el precio más alto de la violencia armada deben exigir sanciones contra el agresor!
Además, en este año en que la Nación se prepara para vivir elecciones generales, hacemos un llamamiento a todos los ciudadanos en edad de votar para que se alisten masivamente. Es hora de tomar nuestro destino en nuestras manos y estamos convencidas de que el cambio de paradigma vendrá a través de la plena participación de las mujeres en todos los asuntos de la vida pública. Teniendo en cuenta que la abstención sólo beneficia al régimen vigente, es esencial que las mujeres se movilicen para participar masivamente en todas las elecciones futuras, presentarse y avanzar hacia la paridad en las instituciones de la República, de acuerdo con la Constitución congoleña, y elegir a sus representantes para los años venideros.
También hacemos un llamamiento a las mujeres para que se organicen para la observación de las elecciones a todos los niveles y se conviertan en centinelas de la democracia en génesis en la RDC. El cambio tan esperado depende de todos, y las mujeres, que son mayoría en la sociedad, tienen una oportunidad ineludible de expresar su sed de paz, justicia y democracia, y de marcar la diferencia por el bien común.
Aunque los retos son enormes en todo el mundo y en la RDC en particular, no hay lugar para la fatalidad. Instamos a los dirigentes políticos, religiosos y económicos a ser tan valientes como las mujeres para construir un mundo más libre, más justo, más igualitario, más próspero y más pacífico, en el que las mujeres disfruten con dignidad de los mismos derechos que los hombres, en interés de la humanidad y del planeta.
Denis Mukwege
Premio Nobel de la Paz 2018