Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, rendimos homenaje a la resistencia y la fuerza de las mujeres que, a pesar de toda la discriminación, los abusos y la violencia de que son objeto, siguen llevando sobre sus hombros a sus familias y a muchos sectores vitales de la economía y la sociedad.
La violencia contra las mujeres es una de las más graves violaciones de los derechos humanos y está extendida por todo el mundo, en todas las sociedades y en todas las clases sociales. Tiene lugar en el seno de las familias, en la escuela, en el trabajo, en la calle y, cada vez más, en Internet. Esta violencia, que adopta múltiples formas tanto en el ámbito público como en el privado, se puede prevenir y debe detenerse ya. Si queremos cumplir con los grandes retos de la humanidad, incluidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el establecimiento de la paz en los países que aspiran a salir de un conflicto, debemos eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas y poner fin a esta verdadera pandemia mundial.
El principal origen de la violencia de género es la desigualdad entre mujeres y hombres en nuestras sociedades patriarcales. La mejor herramienta para prevenirla y eliminarla es la educación. Ésta debe comenzar a una edad temprana y continuar a lo largo de toda la vida para cambiar el paradigma de dominación y sumisión y avanzar hacia la complementariedad armónica y el respeto mutuo, en beneficio de todos. Para ello, aspiramos a que los niños y los hombres se liberen de la masculinidad tóxica y adopten una masculinidad positiva. Este cambio tan necesario no sólo provendrá de la educación impartida por padres y profesores, en casa o en la escuela, sino también de la modificación de las normas sociales transmitidas por ciertos líderes tradicionales y religiosos, ya que los valores tradicionales y religiosos a menudo han sido y siguen siendo una fuente de violencia para las mujeres y las niñas.
Si bien es crucial cambiar las normas sociales, también es urgente eliminar o reformar toda la legislación que discrimina por razón de género. La ley debe ser una herramienta para el avance de la sociedad en su conjunto y para la protección de todos en igualdad de condiciones, por lo que es imperativo eliminar las leyes que discriminan a las mujeres y movilizar una verdadera voluntad política para adoptar y aplicar leyes progresistas sobre los derechos humanos de las mujeres.
Para combatir la violencia de género, los esfuerzos de prevención deben ir acompañados de la atención a las víctimas y la persecución de los agresores. De hecho, las autoridades públicas que no han podido proteger a las víctimas a tiempo tienen el deber de proporcionarles una atención accesible y de calidad, que incluya apoyo psicológico, tratamiento médico, servicios socioeconómicos y asistencia jurídica. Esta atención integral debe considerarse como un derecho humano a la rehabilitación, y pedimos a todos los agentes de primera línea implicados, incluida la policía, que adopten una actitud respetuosa y no estigmatizante hacia las víctimas, ya que la vergüenza y la culpa deben trasladarse a los hombros de los autores, que es donde deben estar.
Ha llegado el momento de poner fin a la cultura de la impunidad de la violencia contra las mujeres. Nos sentimos alentados por la liberación de las voces de las supervivientes y por los movimientos mundiales de mujeres que desempeñan un importante papel no sólo para llamar la atención sobre el alcance y la gravedad del fenómeno de las agresiones y el acoso sexual en nuestras sociedades, sino también para animar a las víctimas a hacer oír su voz y reclamar sus derechos a la justicia, la verdad y la reparación. Esta dinámica es fundamental porque para luchar contra la lacra de la violencia contra las mujeres es necesario romper el silencio, que es el arma definitiva de los agresores. Por ello, saludamos la valentía de las mujeres que rompen el silencio y deciden denunciar, pero también instamos a los testigos de la violencia a actuar y a denunciarla cuando se produce ante sus ojos.
En este día, lanzamos un llamamiento mundial para que la eliminación de la violencia contra las mujeres sea una prioridad a nivel internacional. Este imperativo es aún más urgente en el contexto de la crisis del COVID-19, que ha exacerbado las desigualdades y ha provocado un aumento de la violencia contra las mujeres y las niñas.
Así, saludamos el liderazgo del Reino Unido, que aprovechó su presidencia del G7 para respaldar compromisos ambiciosos como el establecimiento de una línea roja contra el uso de la violación y la violencia sexual como método de guerra, el aumento del número de niñas con acceso a la escolarización y una mayor representación de las mujeres en la vida pública. También apoyamos la iniciativa de Francia y México que, junto con ONU Mujeres, organizaron este año el "Foro de Igualdad Generacional". En esta ocasión, se lanzó un Plan de Aceleración Global para la Igualdad de Género, se movilizaron más de 40.000 millones de dólares y se asumieron una serie de compromisos internacionales en temas tan variados como la salud y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y la defensa de las defensoras de los derechos humanos.
Juntos, hombres y mujeres, podemos y debemos construir un futuro libre de violencia contra las mujeres y las niñas para que desarrollen todo su potencial en beneficio de la sociedad en su conjunto y para construir un mundo más justo, igualitario y digno, en el que las mujeres y las niñas vivan libres de miedo y violencia, tanto en tiempos de conflicto como de paz.
Dr. Denis Mukwege