A los 29 años, Sarah fue llevada al bosque como rehén por un grupo armado de seis hombres, y violada en grupo todos los días hasta que perdió el conocimiento. Estos repetidos ataques destruyeron su vejiga y sus órganos reproductores, y la dejaron incontinente.
El objetivo de estas brutales violaciones, utilizadas como arma de guerra, es destruir a la víctima, su familia y su comunidad. Los grupos armados utilizan las violaciones para destruir el tejido social de la comunidad, utilizando el miedo y la intimidación para ejercer poder e influencia.
Tras ser liberada de sus captores, Sarah fue llevada a Panzi con su hija de seis años, que también había sido violada. Ambas estaban infectadas por el VIH y se encontraban en estado crítico: Sarah no podía caminar, ni siquiera mantenerse en pie. Sentía que ya no valía la pena vivir.
Nuestro equipo comenzó el tratamiento de Sarah con asesoramiento para apoyar sus necesidades emocionales y fortalecerla psicológicamente para la larga recuperación que le esperaba. Su siguiente paso, cuando se sintió mentalmente fuerte, fue someterse a los rigores físicos de la cirugía reconstructiva.
"Cada día que pasaba, las ganas de seguir viviendo brillaban en los ojos de Sarah y era ella quien animaba al personal médico a no perder la esperanza".
La cirugía de reparación de la fístula de Sarah le permitió recuperar el control total de su cuerpo, una importante victoria en su camino hacia la recuperación. Ella y su hija también empezaron una terapia antirretrovírica para combatir sus infecciones de VIH/SIDA.
Cada día que pasaba, las ganas de seguir viviendo brillaban en los ojos de Sarah y era ella quien animaba al personal médico a no perder la esperanza.
Hoy, Sarah es una mujer hermosa, sonriente, fuerte y encantadora que se ha comprometido a ayudar a las personas que han sobrevivido a una historia como la suya.
Durante su estancia en Panzi, Sarah se unió a los programas de nuestro innovador centro de cuidados posteriores Maison Dorcas, donde tuvo acceso a la alfabetización y a la formación profesional, así como a servicios terapéuticos continuados. Allí pudo centrarse plenamente en su recuperación con la seguridad de que las necesidades de su hija también estaban cubiertas, ya que Panzi se encarga de la escolarización y el cuidado de los hijos de nuestros pacientes.
A través de Maison Dorcas, Sarah recibió 50 dólares como microcrédito para invertir en un futuro negocio. Hoy en día, Sarah dirige su pequeño negocio como costurera. Ha comprado un terreno. La Fundación Panzi le ha ayudado con láminas para hacer un tejado. Ha construido una casa. Es independiente y está orgullosa.
A medida que continuaba su reintegración en la sociedad, los sentimientos de Sarah de empoderamiento también crecieron, y con ellos, su deseo de ver a sus atacantes llevados ante la justicia. Con el apoyo de la Clínica Judicial de Panzi, Sarah cuenta con la asistencia y representación legal que necesita para construir un caso contra los que cometieron los actos violentos contra ella y su hijo.
Su experiencia demuestra que, por muy difícil y desesperada que sea la situación, con determinación siempre hay esperanza al final del túnel.
Esta es la historia de Sarah. Sarah es congoleña. Pero hay Sarahs en la República Centroafricana, en Colombia, en Bosnia, en Myanmar, en Irak y en muchos otros países en conflicto del mundo.
Nuestro fundador, el Dr. Denis Mukwege, ha dedicado su vida a tratar al mayor número posible de Sarah y a acabar con la violación como arma de guerra en los conflictos de todo el mundo. Únase a nuestra misión de ayudar a las supervivientes a reconstruir sus vidas y a iniciar su camino hacia la curación.
Notas:
*Este testimonio ha sido extraído del discurso del Premio Nobel de la Paz 2018 del Dr. Mukwege.
Apoya el viaje de Sarah
Únase a nosotros para ayudar a los supervivientes congoleños a recuperar sus vidas.