Programa de musicoterapia Healing in Harmony (HiH)

Escrito por: Darcy Ataman, Make Music Matter

Fotografía: Jeppe Schilder

El innovador programa de musicoterapia Healing in Harmony (HiH) de Make Music Matter es una forma única de terapia de grupo que reúne a supervivientes de traumas con un psicólogo local cualificado y un productor musical local para escribir, grabar y producir profesionalmente canciones sobre sus emociones y experiencias. El proceso ayuda a los participantes a desarrollar su potencial de cambio transformador, al tiempo que refuerzan su autoestima y restablecen su sentido de identidad y agencia. Basado en la creencia de que la música puede ser parte integrante de un modelo de curación holístico impulsado por la comunidad, el programa puede adaptarse fácilmente a las necesidades de sus beneficiarios.

Make Music Matter (MMM) puso en marcha HiH en el centro de postratamiento de Panzi, Maison Dorcas, en 2015 para curar el trauma de las supervivientes de violencia sexual. En aquel momento, HiH no se había aplicado plenamente, aparte de los periodos piloto en la vecina Ruanda. Los donantes potenciales y el sector de las ONG en general no veían el valor de llevar la música a una zona de con-flicto activo como intervención terapéutica. Me pregunté si podría integrar el programa en un sistema hospitalario funcional, especializado en sucesos traumáticos, que tal vez podría cuantificar y seguir nuestros resultados junto con nuestra Teoría del Cambio.

Si bien esa fue mi motivación para mi primera visita, no estaba preparado para encontrar las verdaderas razones por las que MMM y yo nos comprometimos a convertirnos en devotos de por vida en el fortalecimiento del pilar de apoyo psicosocial en el Modelo de Atención Holística de Panzi. Estos momentos llegaron en tres experiencias firmes que ocurrieron durante mi primera visita el 20 de septiembre de 2011.

El primer incidente ocurrió cuando atravesé las puertas del hospital poco después de las 6 de la mañana y entré en el patio general. Entré en un ambiente musical increíblemente bello y trascendente, con personal y pacientes por igual, cantando sus oraciones matutinas como una sola voz y estableciendo intenciones positivas para su día. En ese momento supe que no sólo el HiH sería bien recibido, sino que no habría barreras para la participación, ya que la melodía y la armonía parecían brotar de cada congoleño, de forma tan involuntaria como la inspiración y la espiración.

Este segundo incidente se produjo cuando se corrió la voz por todo el recinto del hospital de que este tipo de aspecto extraño con tatuajes (yo) estaba haciendo una visita guiada. En un momento dado, una paciente y superviviente de la violencia sexual se me acercó para contarme su historia, mientras sus heridas físicas iban cicatrizando. Parafraseando, dijo: "Cada día me levanto y tomo una decisión: ¿trabajo en las minas (para obtener los minerales que contienen los aparatos que usamos a diario), donde un día seguramente me violarán, o no gano suficiente dinero ese día para alimentar a mis hijos? ¿Cuál es mi elección?". Vergonzosamente, no tenía ni tengo la respuesta, pero lo que me impresionó en aquel momento fue que insistiera en contar su historia a través de la canción y el baile porque era una forma de expresar sus emociones y su historia sin volver a traumatizarse.

El tercer momento ocurrió casi al final del primer día. Mientras recorría las instalaciones, me di cuenta de que había bebés y niños pequeños desatendidos por todo el recinto hospitalario. Al principio me extrañó. En un momento dado, un niño pequeño se acercó e hizo un gesto para que lo cogieran. Después de hacerlo, el bebé acabó durmiéndose en mis brazos mientras yo continuaba mi paseo guiado. Al final caí en la cuenta de que se trataba de niños nacidos de violaciones. Estos bebés se utilizan como estrategia para mantener desestabilizadas a las comunidades, de modo que los intereses internacionales puedan extraer los minerales que acaban en los omnipresentes dispositivos de nuestras vidas. Trágicamente, estos niños han sido rechazados por sus familias y por la sociedad por los recuerdos que desencadenaron y por lo que esos desencadenantes simbolizan. Empecé a pensar en cuántos golpes contra la vida había recibido este hermoso niño antes incluso de empezar; trauma transmitido en el útero por su madre, vacío de amor y cuidados y contacto físico, sin oportunidades de educación temprana, y en ese momento ni siquiera había visto el mundo exterior más allá de las puertas del hospital. Conocer nuestra complicidad tras un ejemplo tan agudo me puso en el camino de comprometer a HiH en el modelo de atención holística de Panzi tanto como fuera posible. Desde entonces, me complace informar de que la música y el arte pueden desempeñar un papel sorprendente, sostenible y profundo en la ruptura de estos ciclos traumáticos. A continuación, un ejemplo de cómo el programa HiH rompió uno de estos ciclos.

A los 15 años, Etoile (nombre ficticio para proteger su identidad) tenía dos hijos fruto de violaciones de dos agresores y ataques diferentes. Uno de los niños vivía con su abuela en su pueblo natal y el otro vivía con Etoile en el hospital de Panzi, en la República Democrática del Congo, mientras ella se encontraba en pleno proceso de curación física y psicológica. Justo antes de que Etoile entrara en nuestro programa, me dijo que nunca querría, tocaría ni cuidaría a ese niño porque le recordaba demasiado visceralmente el traumático suceso. En lugar de eso, la comunidad local hizo todo lo posible para atender colectivamente al niño, ya que sin el amor y el tacto de una madre el bebé se convertiría estadísticamente en un niño soldado y perpetuaría el ciclo de violencia contra los más vulnerables, convirtiéndose en una afrenta a nuestra hu-manidad común.

Un día, como parte del programa Curación en Armonía, Etoile participó en un concierto comunitario, cantando alegremente. En un acto de desafío, se hizo cargo de su historia y de la vergüenza que sentía. Esto supuso una reformulación de su experiencia, convirtiendo su dolor en poder y en nuevos sueños. Etoile se sintió tan envalentonada por la respuesta del público a su actuación que, al terminar, bajó del escenario directamente hacia su bebé, que estaba sentado en el suelo, y lo cogió en brazos por primera vez en su vida. Desde entonces no ha dejado de darle amor y cariño.

HiH sigue curando traumas en todo el este de la RDC en colaboración con el hospital Panzi y la Fundación Panzi de la RDC y aboga por la reducción del estigma de los supervivientes a través de la música que produce el programa. Al igual que con Etoile, seguimos viviendo momentos hermosamente simbólicos en los que se puede ser testigo de cómo se rompe el ciclo y el azote de la impunidad, y se renuevan agudamente la esperanza y la dignidad. En pocas palabras, la música cura.

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