Hemos conocido los recientes ataques cometidos en Kivu del Norte y en Ituri. Mientras que al menos 19 civiles fueron asesinados el 27 de agosto de 2021 en el Territorio de Beni, al menos 30 civiles fueron masacrados por armas blancas y contundentes el 3 de septiembre de 2021 en el Territorio de Irumu durante los ataques atribuidos a los militares de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF).
Las poblaciones de esta región viven en la angustia y el horror. Su día a día está marcado por atrocidades que desbordan la imaginación y hieren profundamente la conciencia humana: masacres a gran escala, incendios de aldeas, saqueos y violaciones cometidas con extrema violencia. El número de civiles abatidos por este grupo armado se acerca a los 6000 muertos desde 2013, a pesar de la presencia de la MONUSCO y de la Brigada de Intervención que operan en apoyo de las Fuerzas Armadas de la RDC sobre la base del Capítulo VII de las Naciones Unidas que autoriza todos los medios de orden militar necesarios para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.
Esta situación trágica y escandalosa no tiene más apoyo. Bajo otras circunstancias, la comisión de estos crímenes más graves movilizó la intervención de la justicia penal internacional, pero en el seno de una comunidad internacional en la que rige la ley de "dos pesos y dos medidas", estas atrocidades masivas que ensucian a nuestra Nación cada día se inician en una indiferencia que alienta nuestra más profunda indignación.
A pesar del estado de sitio instaurado en los Kivus y en Ituri, la situación de seguridad no parece mejorar en estas provincias y la crisis humanitaria dramática que sufren las poblaciones civiles se transforma en una verdadera crisis de nuestra humanidad.
La situación que se vive en esta región tocada por los conflictos armados desde hace décadas es la segunda crisis humanitaria más grave del mundo si se tienen en cuenta los 5,2 millones de desplazados que conoce la RDC. Además, los conflictos que asolan nuestro país desde hace 25 años son los más devastadores desde la Segunda Guerra Mundial.
Ante el fracaso de las soluciones políticas y de seguridad, estamos convencidos de que el camino de la paz duradera pasa por el recurso a todos los mecanismos de la justicia transicional. En efecto, a instancias de no importa qué pueblo, las víctimas congoleñas de las atrocidades en masa y la sociedad congoleña en su conjunto tienen derecho a la verdad, a la justicia, a la reparación y a las garantías de no repetición de las atrocidades, de conformidad con las recomendaciones formuladas en el informe Mapping, publicado hace casi 11 años por el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Ahora que los dirigentes de todo el mundo se reunirán próximamente en la Asamblea General anual de las Naciones Unidas, exhortamos al Presidente de la República a que adopte una verdadera voluntad política para poner la lucha contra la impunidad y el recurso a la justicia transitoria en el centro de la estrategia de salida de la MONUSCO. Invitamos a solicitar la ayuda de las Naciones Unidas y la adopción de una resolución del Consejo de Seguridad para poner en marcha sin demora un equipo de investigadores integrados en la Oficina Conjunta de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que incluya, entre otros, a expertos en antropología médico-lógica para exhumar los numerosos fósiles comunes del este del país y recoger y preservar los elementos de prueba de los actos susceptibles de constituir crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y crímenes de genocidio perpetrados en la RDC.
Además, ha llegado el momento de que el Jefe de Estado se comprometa a adoptar una estrategia nacional integral de justicia de transición y a solicitar de forma expresa a las Naciones Unidas la creación de un Tribunal Penal International for the RDC and the support to the mise en place of spécialisées chambers mixtes pour rendre justice aux victimes des crimes les plus graves et mettre fin à la culture de l'impunité qui alimente les conflits dans notre pays depuis les années 1990.
Dr. Denis Mukwege
Premio Nobel de la Paz 2018