En este día del genocidio, que significa "genocidio para obtener beneficios económicos", nuestras reflexiones se dirigen a todas las víctimas directas e indirectas de los innumerables crímenes cometidos durante décadas por motivos económicos y geoestratégicos. Estas atrocidades, que desbordan la imaginación y deberían calar hondo en la conciencia humana, se perpetraron a mediados de los años 1990 en la República Democrática del Congo (RDC) en un clima de impunidad e indiferencia preocupantes por parte de la comunidad internacional.
En efecto, el sistema económico globalizado se articula en gran parte en torno a los recursos mineros y las riquezas naturales que rigen en la RDC, y que son indispensables para asegurar el crecimiento económico de las grandes potencias y del mundo empresarial. Por lo tanto, la inestabilidad política y de seguridad que sufren los congoleños se mantiene para satisfacer las necesidades en materias primas del mercado mundial, dejando a nuestra población y a nuestras comunidades maltratadas y traumatizadas en un estado de pobreza inaceptable.
Ha llegado el momento de poner fin a la paradoja de la abundancia en la RDC y a la tragedia congoleña. Aunque muchas generaciones de congoleños ya se han sacrificado por la revolución del automóvil y la comunicación, ¿aceptaremos aún que las generaciones futuras sean seguras y anónimas para que el mundo económicamente desarrollado pueda avanzar a bajo precio hacia una transición energética llamada "verde", pero en realidad "roja" de la sangre de las mujeres y los niños congoleños?
Es urgente poner fin a la extracción ilícita y al comercio ilegal de recursos mineros y a la cultura de la impunidad que, con la ausencia de un liderazgo congoleño respetable y respetado, son las principales causas profundas de la recurrencia de los conflictos y de la repetición de los crímenes más graves.
Es en este contexto en el que debemos destacar el hecho de que el legislador congoleño reconociera en diciembre de 2022 el 2 de agosto como día conmemorativo del genocidio congoleño, tras un largo trabajo de negociación con las organizaciones de la sociedad civil.
Cabe señalar que, en la mayoría de las situaciones, el reconocimiento de un día de la memoria se produce una vez que se han retirado las armas, y cuando una nación se reconstruye tras un período de conflicto. En este caso, la RDC no es una figura destacada, a pesar del Acuerdo de Paz de Sun City que plantó en 2003 las semillas del agravamiento y la prolongación del drama congoleño. En efecto, los atentados a la soberanía nacional y a la integridad territorial y las guerras de agresión y de ocupación continúan desde hace más de un cuarto de siglo, y la violencia armada y las atrocidades masivas siguen caracterizando hasta hoy el día a día de millones de compatriotas que atraviesan una crisis humanitaria sin precedentes, sobre todo en Kivu Norte y en Ituri.
Así pues, este reconocimiento del Día de Génova, que recuerda el inicio del conflicto armado más sangriento desde la Segunda Guerra Mundial, cuando el 2 de agosto de 1998 Ruanda y sus sublevados de la Agrupación Congoleña para la Democracia (RCD) invadieron nuestro territorio, debe ir necesariamente acompañada de una voluntad política firme y de acciones concretas para poner fin al saqueo de nuestros bienes primarios y para garantizar los derechos de las víctimas a la justicia, a la verdad, a la reparación y a las garantías de no repetición de los crímenes internacionales.
Pourtant, malgré les moyens alloués et les efforts déployés pour construire un nouveau " narratif ", nous faisons le constat amer que cette volonté politique fait cruellement défaut au sein de l'administration actuelle, qui continue une politique de prédation et de bradage de nos ressources et d'externalisation de la sécurité à des pays qui sont les principaux acteurs de l'instabilité et du pillage, laissant notre population dans la misère et abandonnée à elle-même.
Así pues, no es más que el 2 de agosto cuando debemos conmemorar nuestros muertos y el saqueo de las riquezas del país, sino todos los días del año, ya que Génova, lejos de ser un día de recuerdo para un escándalo y un drama del pasado, ¡se repite todos los días! La voluntad política de garantizar una buena gestión minera basada en la durabilidad y el bienestar de la población, de reformar a fondo nuestros servicios de defensa, seguridad e información, de crear un estado de derecho que garantice tanto la seguridad física como la jurídica y de permitir unas elecciones democráticas y creíbles que respeten la soberanía popular, une soi-disant élite politico-militaire corrompue agissant en collusion avec les pays voisins déstabilisateurs soutenus par certaines puissances et des multinationales avides de profits continue de s'enrichir, et l'écrasante majorité de notre population croupira toujours dans la souffrance et la pauvreté.
¡Es urgente cambiar de rumbo! A l'instar de tous les peuples, la Nation congolaise a le droit de disposer de ses ressources et de vivre en paix, à l'abri des interférences et des ingérences étrangères. El derecho y la justicia internacional deben aplicarse en todo el mundo de la misma manera. Deben establecerse todos los niveles de responsabilidad -nacional, regional e internacional- y Ruanda y Uganda tienen la obligación de rendir cuentas por sus agresiones reincidentes y por su papel de primer plano en el saqueo y la comisión de los crímenes más graves en la RDC. Los congoleños y congoleñas también tienen derecho a su Nuremberg, y hacemos un llamamiento a la creación, sin más demora, de un Tribunal Penal Internacional para la RDC y de salas especializadas mixtas en el marco de los esfuerzos para poner en marcha todas las herramientas de la justicia transicional con vistas a poner fin a la espiral de violencia e impunidad.
Sólo en estas condiciones podrán los países de la región de los Grandes Lagos reconciliarse y cohabitar pacíficamente, y la RDC podrá honrar dignamente a sus muertos, limpiar sus heridas y construir con las generaciones futuras una Nación liberada de la explotación, el sufrimiento, la humillación y la injusticia.
Denis Mukwege
Premio Nobel de la Paz 2018